La historia de nuestra bodega de vinagres comenzó con la receta familiar de jugo de flores de sauco en nuestros inicios, 1995. Su acidez se convirtió en la nota constante en nuestros menús, a raíz de nuestras raíces húngaras y alemanas. Una visita a un mercado artesano en Austria fue el primer encuentro con barricas de madera con diferentes variedades de vinagres.
El contexto local también influyó en nuestra gastronomía. De la explosión del volcán Puyehue, que dejó a Bariloche durante más de un año con nula actividad turística, se desprendió la primera línea de dressings. Su venta al público fue la solución a la necesidad de generar economía de sostén durante las temporadas bajas del restaurante.
Fue gracias a todo lo sucedido que se despertó una pasión de crecimiento: no solo redescubrimos el vinagre dentro de la cocina, sino en la pastelería, la repostería, la coctelería y en su amplia variedad de sentidos organolépticos. El entusiasmo de nuestros clientes dio continuidad a nuestro trabajo en equipo y a la búsqueda de nuevos horizontes.
